Espiritualidad en piedra: exploramos la conexión entre la fe y la arquitectura gótica.
Desde tiempos prehistóricos hay evidencias culturales y artísticas de que el hombre soñaba, fabulaba y tenía esperanza en ideas que lo hacían trascender. A veces cuesta creerlo, pero seguimos estando hechos de lo mismo que entonces. Esta es una de las facetas de nuestro musical de beon. Entertainment, Los pilares de la tierra, basado en la obra de ken follet. El ser humano siempre ha tenido una evidente necesidad de espiritualidad.
Y es que, aunque en la actualidad la idea de lo divino parece haber desaparecido en pos de un statu quo que rechaza ideas alejadas de la razón pura, nuestra necesidad espiritual innata se sigue manifestando en otro tipo de “ritos”, usos y costumbres como hacer yoga o practicar la meditación para obtener paz interior, el deporte (muchos llaman al gimnasio “el templo”) para alcanzar una versión mejor, o sentir un concierto como una experiencia mística.
Del los siglos XII al XIV les daba por diseñar y construir catedrales que desafiaban la gravedad, surgiendo el arte Gótico en Europa.
Debemos tener en cuenta que, a principios del período gótico de la Historia del Arte, venían de un estilo románico tardío de iglesias pequeñas y robustas, con ventanas estrechas y muros muy gruesos, de envergadura achatada y ricamente ornamentadas en pórticos y muros, que se entregaban más al adorno que a la técnica.
Y en estas llegaron lo que siglos después serían las universidades. El contexto social empezó a cambiar a raíz del incremento de las ciudades y del comercio, lo que propició el cultivo del conocimiento y las artesanías, a través de los gremios y las escuelas urbanas dedicadas al estudio de leyes, teología y medicina.
Todo este auge intelectual y material vino acompañado, también, de un auge en lo espiritual. De esta unión de saberes y avances técnicos, se tradujo el concepto abstracto al plano físico con la creación una arquitectura para elevar e iluminar el espíritu.
Llegaron los arcos apuntados de gran altura, las bóvedas de crucería, espigadas y nervadas, los ventanales alargados y abundantes, adornados con vidrieras. Y, sobre todo, se vieron obligados a desechar los muros gruesos. Todo esto no fue fácil para los gremios de constructores, ya que los muros debían ser finos para aspirar a la altura deseada, por lo que tuvieron que crear ingenios técnicos como el contrafuerte y el arbotante para fortificar las estructuras.
En este período, los constructores de catedrales (como Jack Builder en Los pilares de la tierra) llevaron la idea de belleza, que supone uno de los principios de búsqueda de Dios en el Cristianismo, a su máxima expresión. Los ingenios técnicos fueron las herramientas, sin embargo, el motor sin duda fue esta necesidad de aspirar a una grandeza que no se entendía como de este mundo, por la que merecía la pena retar las leyes de la gravedad, y hacer posible lo imposible con argucias de la física, levantando los edificios más bellos de Europa. De esta forma, el concepto de hacer transparente la frontera entre la materia y la mente, entre la carne y el espíritu, pasó del mundo de las ideas al mundo real.
Pocas obras literarias cuentan de forma tan multidimensional estas gestas para unir el cielo y la tierra, base conceptual de las catedrales góticas, como el best seller de Ken Follet Los pilares de la tierra. Los valores y la entrega de sus personajes principales solo pueden comprenderse en ese entorno, confiados plenamente en un mundo mejor. Los personajes más emblemáticos de la obra ponen todo su empeño en acercarse a lo divino desde sus talentos y capacidades, ya sea la superación personal, la honradez, la defensa del débil o del pobre, la ternura, la fortaleza ante la pérdida o la dificultad… entre otras muchas causas de enorme nobleza.
No se lo pueden perder. Nos vemos en noviembre, en Madrid.