Algunos artistas del siglo XX, como Van Gogh, tenían un sentido del humor peculiar que los acerca a nuestros días.
A pesar de la oscuridad en la que vivía hundido, Van Gogh cultivó un sentido del humor propio con el que sobrellevar sus angustias vitales. Sobre este artista del siglo XX se ha escrito y hablado extensamente; libros, películas, exposiciones y espectáculos (en beon. Entertainment producimos Forever Van Gogh, que estará próximamente en Barcelona), que han contado todos los entresijos de su tormentosa vida y extraordinaria obra. Una obra que tiene un puesto de honor en la Historia del Arte.
Sin embargo, pocos saben que Van Gogh ya ejercía el humor auto despreciativo. Y lo hacía cien años antes de que la posmodernidad norteamericana le diera nombre y lo dotara de concepto. Pero ¿qué es el humor auto-despreciativo?
Este tipo de humor radica en la necesidad que tiene la juventud actual de reírse de sus problemas, su falta de estímulos y su precariedad. Los estratos más jóvenes y precarios de la sociedad del siglo XXI adoptan esta dinámica, reflejando que no hay situación a la que no se le pueda sacar punta y comicidad. Aunque siempre lo podemos resumir en el reírse por no llorar de toda la vida.
Gracias a la correspondencia que mantuvo Van Gogh con su hermano Theo hemos podido conocer con más profundidad la personalidad y vida del pintor, donde dejaba entrever su ingenio humorístico. Pero también en sus obras hay cierto humor. Vemos, en general, cómo deforma constantemente los rasgos de sus autorretratos y las formas, riéndose de una realidad ajena por la que se sentía, no ya rodeado, sino invadido.
Vemos por ejemplo el caso de sus famosas Sillas, con las que se representó a sí mismo y a su colega Gauguin, observamos su punto de vista burlón hacia las diferencias que lo separaban de su gran amigo, pero también el detalle de que ambos compartían la misma condición. Aunque son lienzos distintos, las pinturas están ideadas para ser colgadas juntas, actuando como una misma obra.
Su sentido del humor se ve mejor representado en la relación epistolar con su hermano. Ahí es donde conocemos a un Vincent van Gogh que se sale de su propia leyenda, confesándose un hombre de carne y hueso. Vemos que ostentaba, en las distancias cortas, un sentido del humor inteligente y crítico, fundamentado en la búsqueda de lo cómico desde lo trágico.
“Creo cada vez más que no hay que juzgar a Dios por este mundo, es un estudio suyo que le salió mal”
¿Sabéis lo que hizo Van Gogh con la obra La Piedad de Delacroix (izda.)? La pintó copiando la iconografía, pero en la dirección opuesta, como si ofreciera el reflejo de una suerte de espejo. Así era como Van Gogh distinguía sus realidades: la suya y la de todos. Hay dudas entre catalogar el subtexto de esta obra como humor o como admiración hacia el pintor francés. Desde luego, el detalle de invertir la direccionalidad de la pintura tiene su gracia. Tampoco se debe olvidar que el pintor fue en su momento pastor protestante. Este anhelo místico se debe a su instinto de buscarle un sentido a este mundo, tan presente en artistas y científicos sobresalientes.
“Elegí conscientemente el camino del perro a través de la vida. Voy a ser pobre. Voy a ser artista”
Es evidente que este personaje sabía lo que hacía cuando decidió dedicarse en cuerpo y alma a la pintura. Este ejercicio de humor caricaturesco se centra en lo imprevisible de la predisposición al fracaso, mostrando una entrega total a una vocación irrevocable. En la obra Calavera con cigarrillo encendido se cristaliza el humor de Van Gogh de una forma bastante clara, al más puro estilo House.
“Hay en casi todos los hombres un poeta que murió joven y al que el hombre sobrevivió”.
Los artistas que se adelantan a las generaciones posteriores sufren la soledad, la incomprensión de un mundo al que no se sienten adheridos. Van Gogh es uno de ellos. En ocasiones algunos de sus escritos pueden compararse con la cultura rebelde, resignada y pesimista de la juventud del siglo XXI. Porque, al final, los artistas como Van Gogh son poetas supervivientes que hacen humor con lo que pueden.
Y algunos son tan especiales que un siglo después son protagonistas de post culturales, películas, libros, e incluso musicales.